"Su hijo viene con una una pequeña deformación", le dijo el médico a mi madre cuando le entregaba al bebé para que por fin se lo llevara a casa después de varios días en hospitalización. "¿Cuál es el problema?", le preguntó la madre un poco asustada al médico al mismo tiempo que miraba a su hijo y, por más esfuerzos que ponía, no le encontraba nada extraño —además de una cinta con orificios en las pequeñas manos. "¿Tiene algún problema con sus órganos?", inquirió mi madre. "No", le dijo el médico. "Su hijo es un curandero señora", y mi madre no entendió.
"Su hijo tomo esa pulsera de identificación y se puso a jugar con ella. Metió sus dedos en cada uno de los orificios. La miró. Después de esto se dió cuenta de que en los cinco orificios podía meter todos los dedos de una mano. Lo hizo. Intentamos quitarle la pulsera y se puso a llorar", dijo el médico. Entonces mi madre, creyendo que el doctor estaba loco, o que quizás ella no había entendido me apretó como protegiéndome para que no me llevaran. Fue solo una reacción instintiva y por ignorancia del tema. Y el médico siguió: "Su hijo conoce señora, tiene ganas de conocer. Eso es normal, pero después de eso su hijo se enamorará". "No estoy entendiendo", le dijo mi madre. "Es simple: su hijo conoce y se enamora, mientras más conoce más se enamora... ¿Se da cuenta de las nefastas consecuencias que puede traer esto para el mundo?", sentenció el médico.
Yo no supe nada de esto hasta que me puse a navegar por internet y alguien en un foro habló de eso. Le pregunté a mi madre y ella se acordó un poco del episodio. Mi padre nunca lo supo. Mi madre corroboró la realidad a medida que yo iba creciendo y yo, analizándolo, lo comprobé por todas las veces que me había enamorado.
Si abro los ojos comienzo a sentir un escalofrío en el cuerpo. Si miro la luz, si miro a la gente, de vez cuando hay alguien que me despierta curiosidad. O me mira de una forma distinta. Entonces vuelvo a cerrar los ojos y me acerco. Le toco con mis manos, le escucho, le huelo, y es como si cada partícula que entra física o sicológicamente a mi cuerpo se acumulara. Y comienzo a poner atención, a meter cada uno de mis dedos en sus orificios. Pasa el tiempo y miro sus ojos tristes o sus ojos felices y es como si viera algo más. A veces, ese momento me provoca un terror espantoso. No es necesario que algo sea aparentemente bello para ser amado. En realidad todo puede ser bello y ser amado. Ese proceso es mi entendimiento. Pero ya es tarde, porque a penas alcanzo a decirlo y el entendimiento se transforma en amor. ¿Cual es la diferencia entre el entendimiento y el amor? Quizás el médico tenía razón, le comenté a mi madre.
Ahora entiendo. Y trato de no amar inmediatamente. Pero en la profundidad de las cosas y las personas, la explicación de sus significados, el entramado de sus justificaciones, el árbol que fluye al corazón. Cuando se entiende eso uno se muestra curandero, pero el curandero invitablemente ama, porque no se puede hacer menos frente al arbol que cada hombre lleva dentro. Con el tiempo, sin embargo, he ido aprendiendo que no todo es amable, porque a veces traicionaron incluso al entendimiento. ¿Qué se entiende y qué se ama?
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