martes, abril 24, 2007

No es posible | Un curandero sin remitente

—Mira, lee esto.

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Texto: Antonio Llegaste ya? Un beso, te amo.

—¡Es un mensaje de texto para ti! ¡No me habías dicho que estabas saliendo con alguien!
—Uhm, no, no, esto está mal.
—¿Mal? a mí me parece bueno.
—No, no, está mal, créeme.
—¿Porque?
—Porque nunca nadie se ha enamorado de mi.
—¿Nadie? Pero, bueno, entonces esta es la primera vez que alguien se enamora de ti ¡Fe-li-ci-da-des!
—No. No está bien esto... en realidad yo no estoy saliendo con nadie, no pololeo, no conozco a nadie que pueda haber mandado un mensaje así. Además, como te digo, nunca nadie se ha enamorado de mí.
—¿Pero me vas a decir que entonces es de dios, del que supuestamente ama a todos?
—No, no, dios no existe, o por lo menos no escribe mensajes de texto.
—Claro que no va a ser de dios, además tiene tu nombre y está dirigido a tu teléfono.
—No es necesario que digas eso, si me di cuenta. No necesito pruebas.
—Pero de todas formas necesitas pruebas para entender que alguien está enamorado de ti.
—Claro, es distinto. Eso no pasa siempre y, además, es algo peligroso para lo cual se necesitan pruebas.
—Alguien que te pregunta a dónde llegaste es alguien que sabe bastante de ti.
—Sí, venía llegando, de un viaje bastante largo y cansador. Pero eso tampoco justifica el amor.
—¿De un viaje? ¡Tampoco me habías dicho que hiciste un viaje! ¡Vaya que sí estás lleno de sorpresas!
—Ah, un viaje como todos, de esos en que vas y regresas para hacer lo que tenías que hacer.
—¿Y te fue bien?
—Sí, fui a comprar piedras.
—¿Piedras?
—Sí, piedras, porque estaba leyendo esa parábola que recomendaba construir la casa sobre piedras.
—Ah, esa es una forma de ver las cosas. Pero entonces probablemente ahí te encontrarse con alguien y te enamoraste.
—No, no, te lo digo, nunca nadie se ha enamorado de mi, ¿Por qué debería ser esta la primera vez? Y no digas que es de un tal Jesús, si esta no es un fábula cristiana!
—¿Bueno pero qué vas a hacer entonces?
—Ya lo hice, ya respondí.

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Texto: Qué lindo su mensaje de amor pero lamentablemente dudo que haya sido para mi. No reconozco remitente. Que tenga buen destino.

lunes, abril 23, 2007

Moving

No había absolutamente nada frente en la carretera, era un día de sol, ni siquiera lluvia ecuatoriana, solo algunos espejismos y él frenó.
—¿Por qué frenaste? —le pregunté y no supo responderme—. ¿Pasó algo? ¿Quieres bajarte aquí? —le pregunté aún con el impacto.
—No sé, quizás vas muy rápido, pero en realidad no lo sé, me pareció ver algo en el camino —dijo por primera vez.
—¿Algo como qué? Yo veo solo espejismos
—¿Espejismos? Sí, sí, quizás era eso, espejismos.
—¿Quieres bajarte? De todas formas sabes que vamos y volvemos, si quieres puedes bajarte en este mismo lugar de regreso.
—¿A dónde vamos?
—Al horizonte y más allá.
—¿Y se vuelve de ahí?
—Se puede regresar de cualquier parte.
—Me sentí atrapado en este automóvil.
—Puedes bajarte cuando quieras, pero hay reglas ¿las sabes?
—No
—Nunca puedes bajarte cuando el automóvil está avanzando, tampoco puedes hacerlo por la ventana y tampoco puedes hacer que frene intempestivamente porque podrías golpearte o hacer que un pasajero se golpee.
—¿Y entonces cómo puedo bajarme?
—Hablas con el conductor y le dices que frene, después te sacas el cinturón, abres la puerta y te bajas.
—¿Y qué pasa con el automóvil?
—El automóvil no dejará de ser lo que es y probablemente siga su camino, a menos que invites al chofer a caminar ves? le dices que detengan el auto y lo guarden en un lugar seguro para cuando quieran volver y seguir el camino.
—¿Y qué pasa si no quiero nunca más tomar ese auto?
—No tienes que hacerlo, quizás el auto lo tome otra persona, o con el tiempo se esconda entre la maleza y los árboles del camino.
—¿Y porque dices que podemos bajarnos al regreso? No sé donde estamos ahora en realidad.
—Yo tampoco sé donde estamos, pero tienes que tener fe.
—¿Fe? ¿Qué es eso?
—Lo único que nos hace ir volver, o detenernos en el mismo lugar. Incluso si no tuviésemos automóvil podríamos llegar a donde vamos o sortear los espejismos.
—No lo había sentido.
—Es que más fácil ver espejismos que sentir la fe.
—¿Podemos parar el automóvil en el bosque y dormir una siesta de fe para seguir?
—Sí, acomódate.

sábado, abril 21, 2007

El silencio de los amantes | Quédate más cerca que cuando empezamos

—Lo descubrí exactamente después del momento del grito. O era más bien un quejido. Un quejido profundo, un suspiro sonoro, como el nacimiento de la voz, o el primer llanto. Es más que un orgasmo... porque por un momento dejé de pensar sabe? No estaba haciendo nada más que concentrar mis energías en poseer todo su cuerpo.
—Estaba teniendo sexo.
—Sí, pero preferiría decir que hacía el amor.
—¿Con quién?
—Con él, con el mismo muchacho de siempre, con el que me gusta.
—¿Y usted hace eso muy a menudo?
—No realmente, aunque quisiera, no están las condiciones, además, no sé si él quisiera hacerlo conmigo siempre o para siempre.
—¿Se lo ha preguntado?
—No, pero lo sospecho. O sea, usted sabe, el olfato. Por ahora no encuentra.
—Bueno, pero usted me estaba contando algo.
—Sí, le contaba del silencio de los amantes. Es el momento más frágil en cualquier relación, entre dos personas, siempre, siempre. Después del placer más finito y más pavoroso, los amantes se quedan congelados, sus cuerpos simplemente no pueden más. El calor es el máximo y después de esa emoción física se quedan detenidos, paralizados, conteniéndose el uno con el otro. Y entonces siempre llega una ventisca de silencio, de miedo, de dudas. Apesar de ser el momento en que están más juntos que nunca, después de ese climax sus existencias se transforman. Dejan de mirar el presente y miran el futuro. "Tengo que irme", le dice uno al otro. Y este asiente aunque no quisiera, pero da lo mismo. Sin embargo antes, entre el orgasmo y la partida sucedieron aún mas cosas.
—¿Qué sucede?
—He estado pensando en eso. Cuando paralizado de esa forma y estando aún tan pegado a él, como le dije, sentía mi cabeza viajar por tantas partes.
—Sea más claro.
—En ese silencio los amantes no son nada. No son amantes. Solo son dos cuerpos después de hacer el amor. Solo dos cuerpos cansados. Y mientras esos segundos pasan, los amantes piensan en qué es lo que realmente pasó. Uno más temeroso que otro piensa que no quiere que esa sea la última vez; el otro, en cambio, quisiera repetirlo.
—No es algo consciente me imagino.
—No, usted está en lo cierto. Además que es solo un segundo. Y se acaba cuando uno de los dos besa al otro. Y entonces se disipan las dudas. Y a veces, incluso, se quedan abrazados, muy pocas veces hablan inmediatamente, salvo cuando ya han pasado mucho tiempo juntos. Entonces ese beso en el mejor de los casos disipa las dudas de ambos. En el peor de las casos disipa las dudas de uno y calla las del otro. "Quiéreme siempre", piensa uno y el otro piensa lo mismo. O a veces uno piensa "¿hasta cuando?" y el otro piensa "¿Será esta la última vez?".
—Es un poco pesimista su forma de ver las cosas.
—No, solo trato de ser realista. Es lo que pasa con el silencio de los amantes. Ese espacio que está lleno de dudas. "Cuando no se puede ni nombrar el pan", entiende?. Todo es una pregunta durante ese silencio. Preguntas que se responden solamente con gestos, no con palabras. Entonces, le cuento, él me besó después de ese silencio. Y creo que es lo mejor pasado. Estaba preocupado por él.
—Entonces ¿Usted se ha enamorado?
—Hay algunas personas que se han enamorado de mí. Supongo. Aunque yo tal vez nunca las vi y no hayan sido importantes, pero es posible que haya pasado.
—Pero yo le pregunté por usted.
—Sí, ocurre que yo no entiendo cómo alguien se puede haber enamorado de mí sin que yo me hubiese dado cuenta y sin que me hubiese enamorado.
—¿No se había enamorado nunca entonces?
—Uhm, podría decir que no. Nunca como ahora. Nunca sabe?
—¿Nunca antes se había dado cuenta del silencio de los amantes?
—No. ¿Acaso es algo muy antiguo?
—Sí, es algo muy antiguo.
—Qué extraño... ¿Entonces me estoy enamorando?
—Puede ser, puede ser también algo momentáneo... Ya sabe como dicen: el amor es de dos.
—Creo que en ese momento del silencio los amantes solo piden una cosa: "Quédate más cerca de cuando empezamos".
—Cómo la sabe.
—Porque si no, no serían amantes.
—Claro, cómo no lo vi antes.
—Me quedó una duda de su historia. ¿Los amantes terminan felices?
—Sí, claro que sí. Algo más profundo sabe? Yo lo llamaría el verdadero compromiso. Porque, como le dije, no hacen falta las palabras. Es mucho más. Un silencio lleno de gestos y respuestas. En un silencio dejaron de ser para luego no estar solos nunca más.
—El problema es que hay muy pocos amantes.
—Sí, me temo que es así.

viernes, abril 20, 2007

Señor despierte

Despierte señor, despierte, que ya vamos a cerrar.



Hoy me regalaron un café. No fue la mejor idea. Fue tal cual como si me regalaran una jalada de coca o un extasis a la vena, aunque admito que no he consumido ninguna de esas dos cosas, supongo que el efecto de la cafeína en mi organismo equivale, por la ignorancia quizás, a una fuerte golpiza de ansiedad. Mi corazón comenzó a latir tan fuerte que mis manos empezaron a temblar y a golpearse contra el cielo.
Todavía el corazón no deja de latir tanto y como era de esperarse no puedo dormir...
Tengo a la Callas en los oídos señores y aplaudo y enloquezco.
Madame Butterfly me habla.
Quizás está Callas corriendo en Medea y quizás se desmaye y quizás nadie quiera verla. Pobre Callas, pero era tan bella!
Y cantaba tan profundo que hasta ahora la siento, pero no te tomes esos barbitúricos Callas, que te hará mal.
Tenía que morirse ella entonces después de beber una negra taza de café en el momento justo en el que sentía un fuerte dolor en el costado izquierdo del pecho.
No hay tranquilizantes que tranquilicen Callas.
Callas.

martes, abril 17, 2007

Volver a las profundidades



Volví a las profundidades, con más de 25 grados sobre cero, con un corazón latiendo y estremeciéndose en búsqueda de ese poco de agua necesaria para que crezca el árbol. No había salvavidas, nadie me miraba, la noche caía, en un momento ni siquiera había sombra. La soledad es húmeda con los oídos tapados y los pulmones se hacen infinitos, como cuando se ama, como cuando físicamente vives para abrazar, para besar o para hacerse parte del otro.
El cuerpo recto, pero con movimientos flexibles, tensión y distensión, abre los pulmones y aprieta el pecho. Respiro, respiro, beso el agua y tengo la intensión de hacerme parte de ella, de diluirme porque tampoco tengo miedo de caer en los desagües. Después de todo ¿Cuántas veces ya no he caído en los desagües? Las luces comienzan a encenderse, una, dos. Mis ojos abiertos bajo el agua y aparece mi sombra. Cerca de la oscuridad del agua veo la muerte. Veo tantas cosas. Creo que ya estoy añorando.
Nadar con los ojos abiertos es lo más parecido a volar. Hacerlo con los ojos cerrados es lo más parecido a morir. Y entonces, comienza a acabarse el aire de mis pulmones. Tengo que salir, no quiero salir. A veces me da miedo ese espacio infinito del aire. A veces prefiero ser paz. (Quiero decir, ser pez)

lunes, abril 16, 2007

La fábula trágica | El curandero

"Su hijo viene con una una pequeña deformación", le dijo el médico a mi madre cuando le entregaba al bebé para que por fin se lo llevara a casa después de varios días en hospitalización. "¿Cuál es el problema?", le preguntó la madre un poco asustada al médico al mismo tiempo que miraba a su hijo y, por más esfuerzos que ponía, no le encontraba nada extraño —además de una cinta con orificios en las pequeñas manos. "¿Tiene algún problema con sus órganos?", inquirió mi madre. "No", le dijo el médico. "Su hijo es un curandero señora", y mi madre no entendió.
"Su hijo tomo esa pulsera de identificación y se puso a jugar con ella. Metió sus dedos en cada uno de los orificios. La miró. Después de esto se dió cuenta de que en los cinco orificios podía meter todos los dedos de una mano. Lo hizo. Intentamos quitarle la pulsera y se puso a llorar", dijo el médico. Entonces mi madre, creyendo que el doctor estaba loco, o que quizás ella no había entendido me apretó como protegiéndome para que no me llevaran. Fue solo una reacción instintiva y por ignorancia del tema. Y el médico siguió: "Su hijo conoce señora, tiene ganas de conocer. Eso es normal, pero después de eso su hijo se enamorará". "No estoy entendiendo", le dijo mi madre. "Es simple: su hijo conoce y se enamora, mientras más conoce más se enamora... ¿Se da cuenta de las nefastas consecuencias que puede traer esto para el mundo?", sentenció el médico.
Yo no supe nada de esto hasta que me puse a navegar por internet y alguien en un foro habló de eso. Le pregunté a mi madre y ella se acordó un poco del episodio. Mi padre nunca lo supo. Mi madre corroboró la realidad a medida que yo iba creciendo y yo, analizándolo, lo comprobé por todas las veces que me había enamorado.
Si abro los ojos comienzo a sentir un escalofrío en el cuerpo. Si miro la luz, si miro a la gente, de vez cuando hay alguien que me despierta curiosidad. O me mira de una forma distinta. Entonces vuelvo a cerrar los ojos y me acerco. Le toco con mis manos, le escucho, le huelo, y es como si cada partícula que entra física o sicológicamente a mi cuerpo se acumulara. Y comienzo a poner atención, a meter cada uno de mis dedos en sus orificios. Pasa el tiempo y miro sus ojos tristes o sus ojos felices y es como si viera algo más. A veces, ese momento me provoca un terror espantoso. No es necesario que algo sea aparentemente bello para ser amado. En realidad todo puede ser bello y ser amado. Ese proceso es mi entendimiento. Pero ya es tarde, porque a penas alcanzo a decirlo y el entendimiento se transforma en amor. ¿Cual es la diferencia entre el entendimiento y el amor? Quizás el médico tenía razón, le comenté a mi madre.
Ahora entiendo. Y trato de no amar inmediatamente. Pero en la profundidad de las cosas y las personas, la explicación de sus significados, el entramado de sus justificaciones, el árbol que fluye al corazón. Cuando se entiende eso uno se muestra curandero, pero el curandero invitablemente ama, porque no se puede hacer menos frente al arbol que cada hombre lleva dentro. Con el tiempo, sin embargo, he ido aprendiendo que no todo es amable, porque a veces traicionaron incluso al entendimiento. ¿Qué se entiende y qué se ama?

lunes, abril 09, 2007

Curando la locura. Primera Sesión

— Curar la locura es un proceso multisistémico, emocionante, amoroso y de estricta disciplina. Es necesario que me deje mirarlo a los ojos y juntar mi tercer ojo con el suyo. Es necesario y estrictamente básico que me sonría y saque la lengua. Míreme a los ojos y baje la mirada tal como lo hace siempre cuando mira el horizonte de la tierra (que está abajo y no arriba como piensan los magos) ¿Le he dicho que me gusta cómo mira el horizonte de la tierra? Creo que le hicieron un mal diagnóstico cuando dijeron que sus párpados pesaban demasiado. En realidad a veces no hay que abrir los ojos para ver. Otras veces sí. Por cierto, la continuidad de las sesiones siempre dependerá de usted, ¿se lo dije? Yo espero que los resultados lo pongan feliz.
— ¿Hasta cuando me va a tener acá?
— Mirándolo ahora, diría que si calculo la relación de sus brazos y su cuerpo, la multiplico por el largo de su sonrisa, los latidos de su corazón y siento el olor de su piel... no tenemos fecha de término. Estas cosas no son así como el "mundo moderno". Esto no es un supermercado. Usted puede irse antes, claro, o la consulta puede ir cambiando, pero cuando estemos acá, las paredes son árboles y el techo no existe. El cielo es infinito.
— No entiendo.
— Voy a abrazarlo cada vez que sea necesario, no se asuste.
— ...
— También puede llorar de vez en cuando.
— Me da mucha ansiedad.
— Voy a tomarle la mano. Aprétela. Cierre los ojos. Muerda una almohada o presione mi brazo si desea.
— ¿Siempre será así?
— Yo siempre querré más cosas para usted. Alguna vez caminaremos descalzos o buscaremos huevitos en el pasto. De colores. Pero no nos desconcentremos del tema y déjeme contarle algunas cosas que tiene que saber. Ya le dije que curar la locura es un proceso complejo. Lo segundo es que usted será la única visita a esta consulta. Para mí curarlo es un privilegio, pero la razón es más profunda: hay cosas que solo se hacen en pareja o con colores que no se repiten. Y tercero, probablemente una de las cosas más importantes, no tendremos la locura como algo de lo cual deshacerse. La pondremos exactamente entre usted y yo y veremos qué sucede. La abrigaremos y la haremos crecer. Es un proceso difícil de enteder, lo sé, pero es cosa de tiempo para que todo tenga sentido.
— ¿Está seguro?
— No. Lo que nos lleva a una cuarta cosa importante: nadie podría asegurar a dónde lleva cada manifestación de locura o si entre nosotros la bola explota o nos succiona. No tenga miedo. Aprenderemos a tener las preguntas allí frente a nuestros ojos y responderlas en el momento justo.
— Si puede ir más lento por favor.
— Por supuesto, discúlpeme pero a veces me acelero demasiado. Me entusiasmo un poco y, como curandero, la locura, más o menos, también se hace parte de mi.

(Besos)