lunes, agosto 08, 2005

El lunes me metí en un cuadro

Hablaba con alguien que estaba conectado desde al universidad. Al hacerlo me di cuenta de que no volveré a estar ahí y resultó un sentimiento novedoso. Ahora, el campo está abierto para ser recorrido. Corro y, como en las películas, miro el horizonte y busco que recorrer.
Pero, mientras, me pasa que nunca asumo definitivamente tener la certeza de que una duda no será resuelta. Y tengo varias. Sobre todo ahora antes de irme. No se si las diga por acá. No sé si las pregunte alguna vez y, menos, sé si tienen respuesta.
Debo admitir que he estado muy pegado en esos sucesos, especialmente pensando en mi última "experiencia" de amor. Así de eufemístico, no más porque no se como llamarlo. Pero diré más, para qué voy a mentir, lo echo de menos, me hecho de menos a mí en ese momento y sentir también que tengo alguien para amar. WOW. Esa es una de mis preguntas. Pero digo más, no sólo me hecho de menos a mí, lo hecho de menos a él.
De todas formas me estoy aburriendo también de estar repitiéndolo tanto y de que dé vueltas en mi cabeza, como una pregunta sin respuesta. Entonces fue cuando me metí en un cuadro.
La pintura no me quedaba más lejos que mirar desde el umbral de mi pieza y y allí estaba. Era un cuadro que yo mismo había pintado hace algunos meses. Entre sin saltar como en Mary Poppins y me senté en la cama para llenarme de óleo. Hacía un poco de frío adentro, pero se sentía bien. En ese mundo de partículas congeladas, pero anunciando el movimiento, mis preguntas se transformaron en pinceladas. Mi recuerdo y mis ganas de verlo de nuevo se convirtieron en un bulto en la cama que yo apretaba con mi mano derecha. Y la felicidad se hizo una luz ténue pero absolutamente cálida que me tocaba desde la cabeza hasta la misma mano apretada. Espatulas rasguñaron un poco mi cara, ése era el cansancio. Y mis pies a penas con dos pasadas de pincel con color café; nunca tuve realmente los pies en el piso.
Todo lo demás: la soledad, la ansiedad, la búsqueda, mi risa, mis daños y mi infelicidad también fue diluído por aceite de linaza. Fue el bautizo y mi arte.
Yo quería que el cuadro se pareciera más a uno del señor sin oreja y que tuviese miles de girasoles. Me gustan las flores, me gusta el color que tienen los pétalos incluso cuando van a morir. En mi cuadro tengo una rosa seca meciéndose en el agua, una taza llena de moho que nunca se quiso ir de ahí y una botella con un corcho donde guardo todos los besos quemados.
Todo diluído me transformé en un hombre libre. Pero nunca dejará de ser mi cuadro. Es difícil que alguien salga de ahí.

2 comentarios:

Simon@ dijo...

muy lindo lo que escribiste
y ademas da para pensar mucho...

Pablo dijo...

Curiosamente los cuadros son tan ficticios y tan muertos como los recuerdos que ellos mismos guardan; entonces me pregunto de qué vale mirar un recuerdo muerto y de qué vale mirar algo ficticio, siendo que puedes mirar una ventana llena de vida y que si pones los ojos borrosos podrás encontrar ese camino como en el final de las películas donde puedes salir corriendo libre