domingo, octubre 31, 2004

Comunicaciones

Ya era extraño que no tuviese cosas desagradables que contar. Me puse a bailar en la fiesta final de la semana de la facultad de comunicaciones. Todo bien, especialmente cuando mi compañero me obligo a bailar con él. Obvio que me gusta bailar con hombres, pero no a todos les gusta ver bailar a dos hombres juntos. Pero incluso hasta ese momento todo bien. Aunque incluso yo me hubiese ruborizado a ratos y O disfrutara de eso. Muy bien.
La molestia, curiosamente, no vino de ningún hombre homofóbico, como la sociedad chilena nos tiene acostumbrados a pensar, sino de Isabel, una mujer de dudosa lealtad, según sus propios cercanos.
Los hechos: Estoy trabajando con un compañero de la U. Me llaman por teléfono y mientras hablo me parece que mi compañero se va a ir. Para retenerlo le tomo el brazo. No hizo falta nada más. Al segundo Isabel le hizo un gesto al tipo como comentándole que había onda entre él y yo.
Sé que es un hecho pequeño, pero no es insignificante. Mi alegato es muy simple: MALDITO EL DÍA QUE NO SE PUEDA TOCAR A LA GENTE, porque yo me muero ese mismo día.

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