sábado, julio 15, 2006

El Amor que le hace falta al pan


Hace tiempo que me venía dando vuelta en la cabeza un término de esos que sacan en Pasiones (Televisión Nacional de Chile, a eso de las 4 de la tarde): el amor maduro.
Ahora que las circunstancias me tientan con el término pienso si alguien realmente podría meterse entremedio cuando se trata de lograrlo. Hasta qué punto es importante la opinión de los otros. En principio nada dirán, pero luego... uhmmm, creo que la situación cambia cuando están los padres involucrados, pero en el fondo qué saben ellos.
¿Tu puedes decirme algo, además de las advertencias?
Cuando hablo del amor no quiero advertencias, quiero más amor para así comprenderlo.
El amor no es desconfiar de la gente, sino aprender a confiar y enseñar a confiar.
Creo que el mundo está un poco al revés.
El amor deja ciego, una cegera desde la cual nunca más saldré.
En el fondo quere estar con alguien es eso no?
Uno en el fondo podría estar solo siempre y arreglárselas, pero qué gracia tiene eso.
En cambio, poder creer en alguien y pensar por un momento que la vida será mejor si ese individuo esta siempre ahí... y no tener miedo a equivocarse, uhmm, eso suena bien.
¿Cuándo arriesgo más la vida, cuando me quedo sin querer estar con alguien o cuando puedo creer que debo estar con alguien y que será mejor así, a pesar de todo?

Yo creo que si los poderosos de Estados Unidos amarán más el mundo sería más lindo, si amaran más a sus hijos, a los hijos de sus hijos y los amigos de sus hijos. Yo creo que Israel sería mucho más feliz si compartieran el territorio y se respetaran con los palestinos, si cada israelí tuviese un amigo palestino sería mejor.
¿Porqué si todo es tan simple lo hacen tan complicado?

Pero este mundo está tan al revés que me hace creer que estoy loco por decir esto, que soy un iluso, que compartir es un verbo inservible y que hay que competir para ver quién gana más.

Les tengo una noticia: El peor enemigo de nosotros mismos es nuestro egoísmo.

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