Este es un poema que nacio en el sur de Chile, y como tal está rodeado de árboles y de humedad. Tiene algo de mí, tanto como para ser lo primero que escribo en este blog.
Austral
Un árbol de mano abierta
a punto de llover me recibe,
ahora que puede después
envejece en rojo y en palma se moja.
Los árboles que bailan en el sur,
de las manos se toman
y aun quemados bailan,
porque ningún árbol murió desrraizado.
Coigües danzarines,
piernas largas y quebradas
no tengo de música más que una ola
que me llaman las nubes y los cerros
a danzar con los árboles.
No te quiero ni te quise
convertida en ceniza.
Lenga en mi corazón,
una rama de tu vida blanca
clavada en mi pecho
y mi mano que tu mano
lenga en mi fe.
Un estero de piel pedregoza
bajo mis pies y el sol seco en mi piel.
Se me derrama el amor en el estero
y canto como agua entre las piedras:
siempre hay tiempo para volver al mar.
Cerros rapados,
pendientes de viento, valles verticales,
con qué nombre y con qué derecho
nos dejaron sin los cantos centenarios.
Dónde vendrán a jugar las nubes,
porqué palabra se perdió la bondad
de los hombres, en qué raíz se perdió
el horizonte.
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